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Lima, Peru
Filósofo e historiador. Nace en España en 1937 y llega al Perú como jesuita en 1957. Formación: humanidades clásicas y literatura, filosofía e historia. Especialización sucesiva: narrativa latinoamericana, filosofía moderna, filosofía de la existencia, historia de la emancipación peruana, pensamiento lukacsiano, historia de la ingeniería peruana y filosofía de la interculturalidad Profesor de la UNI (y rector 1984-89) y otras instituciones académicas en Perú, Budapest, Brasil y Túnez. Autor de 26 libros, 70 colaboraciones en obras colectivas y 150 artículos en revistas. Actualmente dirige el Centro de Historia UNI y es profesor de postgrado en la Universidad Nacional de Ingeniería. Participa activamente en el debate intelectual peruano desde la sociología de la literatura, el marxismo lukacsiano, las perspectivas postmodernas y la filosofía de la interculturalidad. En su libro "Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna" propone, como horizonte utópico de la actualidad, la convivencia digna, enriquecedora y gozosa de las diversidades que enriquecen a la sociedad peruana. Contacto: jilopezsoria@gmail.com

10 feb 2017

Hablar con el que habla

Presentación del número 2 de Limaq. Lima, 9 / 2 / 2017. Librería El Virrey
José Ignacio López Soria

En el texto de apertura del número 1 de Limaq, revista de arquitectura de la Universidad de Lima, Enrique Bonilla di Tolla, director de la carrera de arquitectura, después de referirse a la procedencia y el significado del nombre de la revista, termina afirmando que, a través de ella, “nos proponemos hablar.” (p.7) En ese primer número, hablaron de “pedagogía y arquitectura”  y en este segundo lo hacen de “conservación del patrimonio”. Pero antes y simultáneamente, a través de la palabra escrita, hablaron de los pueblos de indios de Cusco y Apurímac, con la voz autorizada de Graciela María Viñuales y Ramón Gutiérrez, y dijeron también su palabra sobre la arquitectura y el humanismo de Héctor Velarde y sobre la modernidad y sus rostros en la amplia obra de Walter Weberhofer. Todo ello muestra que el área de arquitectura de la Universidad de Lima, sabiéndose institucionalmente joven, está efectivamente hablando, haciéndose presente en los debates, propuestas y rememoraciones de eso tan complejo a lo que llamamos “habitar” y su dación de forma a través del quehacer arquitectónico y urbanístico.

Nos toca hoy “presentar” el segundo número de Limaq, que como el anterior, está dividido en tres partes, la primera se ocupa del tema eje del número, en este caso de la “conservación del patrimonio”; la segunda, con el  nombre de Scientia et praxis (un título que rememora los tiempos fundacionales de la universidad), recoge aportes de los docentes de la propia universidad sobre temas variados pero, de alguna manera, relacionados con el eje central del número; y la tercera, dossier, muestra resultados del trabajo de investigación de estudiantes y egresados recientes de la carrera de arquitectura.

Voy a dividir mi intervención de esta noche en dos partes: primero haré brevemente lo que solemos entender como “presentación”, para luego dialogar con los mensajes que los textos del número 2 de Limaq nos transmiten.   

En cuanto a la presentación seré breve. Subrayo, en primer lugar, la calidad material y formal de la revista. Nos encontramos ante un texto atractivo, bien diseñado y enriquecido con imágenes (dibujos y fotografías), todo lo cual facilita y hace agradable la lectura. Incorpora, además, requisitos formales  (títulos, resúmenes y palabras clave de los artículos en castellano e inglés, nomenclatura uniforme de citas y referencias, corrección de estilo, información sobre la tipología de los artículos publicables, etc.) que facilitarán, en su día, la indexación de la revista, es decir su incorporación formal a los circuitos académicos internacionales. Cuenta, además, para esto último con algo particularmente importante y que mira a la internacionalización: la participación de autores de una variada procedencia académica y que se desempeñan profesionalmente en  diversos ámbitos nacionales y extranjeros. Esto se da unido a la apertura al propio profesorado e incluso a los alumnos y egresados recientes, lo que evidentemente facilita y promueve la investigación y la escritura entre el propio cuerpo docente y el alumnado. Cumple, así, la revista, como se indica en Editorial (p. 8), una función no solo de difusión sino de promoción de la investigación, lo que hace que tenga un perfil sui generis al incorporar aportes de investigadores seniors y de jóvenes en proceso de entrenamiento en el ámbito académico.

Como he dicho anteriormente el contenido de la revista, que tiene como eje central el tema del patrimonio y su conservación, está organizado en tres secciones. En la primera, se recogen cuatro contribuciones, referidas respectivamente al patio como panóptico en las fábricas de tabaco de España y América, a la regola dell’arte en las construcciones medievales y protomodernas para evitar o aminorar los efectos de la sismicidad, a la función del museo como agencia del patrimonio y a la necesidad de considerar ya las obras modernas como parte del patrimonio histórico.  La sección Scientia et praxis da cabida, en sendos aportes, al estudio del sincretismo en la iconografía colonial, al análisis de la categoría de abstracción en la obra de Luis Miró Quesada Garland, y a la dialéctica recuerdo/olvido en la conservación del patrimonio inmaterial. Finalmente, el Dossier se compone de un estudio sobre las intervenciones en el Hogar Geriátrico San Vicente de Paúl de Barrios Altos y de una presentación de casos del patrimonio arquitectónico moderno de Lima.

Como se deduce de este apretadísimo resumen, el número 2 de Limaq gira efectivamente alrededor de la conservación del patrimonio, con la mirada puesta, como se señala desde la entrada, en la “consolidación de la identidad nacional” (p. 7). Para lo cual se entiende ese pasado, que debemos cuidar y conservar, no desde la perspectiva romántica de una especie de paraíso perdido que haya que recuperar o de código normativo al que debamos atenernos, sino más bien como “posibilidad de desarrollo colectivo” (7).

Después de esta presentación comienzo la segunda parte de mi intervención: el diálogo con los mensajes que la revista nos transmite. Si la primera parte consistió en hablar de Limaq, la segunda va consistir en hablar con Limaq, lo que supone dejarse hablar por Limaq.   

Un primer asunto que me convoca a la reflexión es que, sin decirlo explícitamente, este espacio hablante que es Limaq, al centrar la mirada en la necesidad de conservar el patrimonio, vuelve a una vieja preocupación que nos viene desde fines del siglo XIX: a dónde podemos  y debemos ir teniendo en cuenta lo que somos y podemos ser, es decir, siendo conscientes de que es preciso terminar de construir y consolidar la identidad nacional. No es ciertamente fortuito que buena parte, probablemente la mejor, del pensamiento peruano y del debate político se haya centrado precisamente en la exploración de posibilidades para terminar de construir el proyecto republicano. Después de los aportes visionarios de Manuel Pardo y Lavalle, en la segunda mitad del XIX, y de las agrias expresiones de Manuel González Prada, en el cambio de siglo, tres ejemplos eminentes de la toma de conciencia de esa carencia inicial son, ya en el siglo XX, Víctor Andrés Belaúnde, José Carlos Mariátegui y Jorge Basadre. En 1914, Belaúnde señalaba que “La nacionalidad no está formada todavía.”; Mariátegui sostenía en 1924 que “El Perú es todavía una nacionalidad en formación”; y Jorge Basadre en 1943 señalaba que “La Independencia fue hecha con una inmensa promesa de vida próspera, sana, fuerte y feliz. Y lo tremendo es que aquí esa promesa no ha sido cumplida del todo en ciento veinte años.”

Al volver sobre el patrimonio con la mira puesta, como hemos indicado arriba, en la consolidación de la identidad nacional, Limaq se inscribe en esa misma corriente, pero, de alguna manera, apunta hacia más allá de ella.  No circunscribe la identidad a lo estrictamente republicano, ya que, como hemos señalado, se consideran como patrimonio el patio colonial y el sincretismo religioso. Por otra parte, subyace a los textos la idea de que esa identidad no es algo cuya construcción haya que terminar, sino algo que se va construyendo permanentemente en diálogo con las tradiciones. No en vano se supone que la identidad es siempre una posibilidad abierta. Diferenciándose de los autores mencionados arriba, fieles todos ellos al proyecto de la modernidad (con ciertas licencias por parte de Mariátegui), los articulistas de Limaq ven el proyecto moderno en su versión arquitectónica como parte del pasado de nuestro propio presente; es decir, se les nota abiertos a nuevas búsquedas, quizás porque se saben pobladores de un mundo en el que el habitar no solo se ha globalizado y se nos ha vuelto líquido, sino que se han debilitado los marcadores de certezas y el ágora, el espacio para el habla, se nos ha vuelto local y global al mismo tiempo y se ha poblado de voces diversas, entre ellas las antiguas, que se acogen al derecho a expresar su palabra. Yo diría que un cierto asomo de perspectivas postmodernas se deja ver en los textos sobre la regola dell’arte medieval, el sincretismo iconográfico, la transformación de las funciones y recorridos de los museos, y la dialéctica recuerdo /olvido y su referencia al patrimonio inmaterial. Me atrevería, por tanto, a sostener que, aunque inscrito en la dinámica abierta en la primera mitad del siglo XX, que consideraba al Perú como una nacionalidad en formación, el número 2 de Limaq  se  asoma, sin cultivarla conscientemente, a una visión localizada y globalizada al mismo tiempo de la realidad nacional. Quizás, y es solo una sugerencia, un número dedicado a la arquitectura y el urbanismo de esta nuestra época líquida y globalizada permitiría a Limaq enriquecer el debate sobre el habitar en la actualidad.

Un segundo aspecto que me convoca al pensamiento de este número 2 de Limaq es el juego dialéctico entre tradición y modernidad. Desde una perspectiva estrictamente moderna, como la cultivada en los dominios de la arquitectura, la política, la filosofía y las artes, la tradición es mirada con desdén, como algo que debe ser superado para que se imponga el proyecto moderno. Recordemos, por ejemplo, esa ya vieja consideración de la existencia de dos realidades en el Perú, como de dos países diversos, uno moderno y otro tradicional, uno urbano y otro rural, y la primacía atribuida al polo moderno sobre el tradicional. Lo que, sin embargo, estas consideraciones no quieren mirar es que entre esas dos realidades hay una articulación y que el proyecto moderno, tanto en el ámbito local como en el global, aprovecha lo tradicional para asentar su primacía, haciendo que lo tradicional sea funcional a las miras modernas, como la esclavitud era funcional a la democracia ateniense. 

Yo diría que Limaq 2, sin entrar al debate sobre este tema ni hacer ninguna propuesta explícita, adopta, sí, una posición al considerar como patrimonio que hay que conservar tanto el legado moderno como el tradicional. Es más, en ambos casos el concepto de patrimonio no deja a lo legado en la definitividad de su haber sido, es decir, no lo considera simplemente como pasado, sino como componente histórico del presente, un componente con el que tenemos que dialogar porque constituye nuestro estar siendo, da densidad histórica a nuestro presente e incluso encierra potencialidades de futuro que hay que saber explorar. Por eso interesa traer a la presencia las viejas reglas de la buena ejecución de los constructores medievales y protomodernos, las formas de configuración espacial de las primeras fábricas, el enmarañado sincretismo de la iconografía colonial, junto a la abstracta limpidez de la modernidad arquitectónica a lo Miró Quesada. Todo ello nos constituye y hay que saber recogerlo, catalogarlo, cuidarlo con esmero, como hacen otros textos de este mismo número de Limaq, para ubicarlo, cuando sea posible y necesario, en museos, pero se trata de museos  que, como postula el artículo sobre este tema, deben ir pensando en cambiar sus convenciones estructurales, formales y presentativas para transformarse en espacios interactivos y personalizados de diálogo con el pasado de nuestro propio presente. Limaq 2 se aleja, pues, de la consideración moderna de la tradición como lastre del que hay que desprenderse e igualmente se aparta de la posición conservadora que asume la tradición como el código normativo que marca la pauta al presente, con lo cual, sin aspavientos, se ubica fuera de la controversia tradición / modernidad, asomándose modestamente a las perspectivas postmodernas, si por tales entendemos el hecho de albergar dudas con respecto a las seguridades de la prédica moderna porque esas seguridades pueden terminar amurallando la posibilidad humana, impidiendo su despliegue pleno y obstaculizando nuevas búsquedas y exploraciones.         

Mi tercera reflexión se refiere a dos aspectos que, a mi juicio, están solo débilmente presentes en Limaq 2: la contextualidad histórica y la hermenéutica. Se trata, como es sabido, de dos aspectos con límites borrosos entre ellos. Comencemos por el segundo, la hermenéutica o interpretación. Desde el título mismo, “Limaq”, la revista se ubica en el ámbito del lenguaje y, concretamente, en el mundo del lenguaje como habla, como pragmática, y no como norma o gramática. Es más, el nombre remite también a un lugar, Lima, que, como bien se anota, es ya un espacio cultural y de convivencia humana y no solo el aposento sagrado de un oráculo. Diríase, por tanto, que se trata de un hablar localizado o de una localidad hablante. Pero todo hablar ocurre en un horizonte de significación que, a su vez, remite a un proceso histórico en cuanto que ese ámbito de sentido resulta de la sedimentación de tradiciones. Esa sedimentación expresada en lenguaje es precisamente la heredad que recibimos de nuestros antepasados, gracias a la cual podemos hacer la experiencia de nosotros mismos, de los otros, del mundo e incluso de lo no decible, de aquello de lo que no tenemos más presencia que los signos de su ausencia.

El diálogo entre interpretación de los fenómenos y contextualidad histórica es, por tanto, imprescindible. Hasta me atrevería a decir que no hay manera de hacer hablar a los hechos sino ubicándolos debidamente en sus respectivos contextos históricos. Y, como apuntaba arriba, esto es algo que encuentro solo débilmente en los artículos de Limaq. De hecho, en algunos casos, no se dan muestras de haberse explorado la bibliografía relativamente reciente sobre el contexto concreto del fenómeno narrado o se descuida el estudio de acontecimientos simultáneos que son parte del horizonte de significación de la época estudiada.       


Voy a terminar con un par de anotaciones. En primer lugar, no quiero ocultar que me complace saberme citado por varios de los autores, pero en realidad lo que me produce más gozo es advertir que la lectura de mis textos los convoca al pensamiento, los lleva a dejar sueltos a sus propios demonios. Y, en segundo lugar, vuelvo a algo que dejé apuntado arriba y que me parece fundamental en el ámbito académico. La colaboración de docentes de la propia institución y de otras del Perú y el extranjero, enriquecida con la participación de profesores jóvenes, egresados recientes y alumnos, hace que Limaq apunte, y creo que lo hace conscientemente, a ir construyendo su propia comunidad de investigadores del ámbito de la arquitectura y el urbanismo, lo que contribuirá, sin duda, a asegurar la permanencia y calidad de sus producciones. No nos queda sino esperar atentos a que vayan saliendo esos nuevos frutos de esta joven comunidad académica que está haciendo posible la aparición de Limaq

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